Pasto Galería, Buenos Aires, Argentina. Septiembre-Octubre 2017. Instalación.
Texto: Roberto Amigo
Pintura Panorámica, acrílico y grafito sobre lienzo sin imprimar, 240 x 900 cm. 18 mástiles, acrílico y grafito sobre lienzo, cemento y caños de metal, 250 x 40 x 40 cm aprox. c/u.
Fotografia: Gonzálo Maggi (estudio Botón Rojo) Diseño de catálogo: Ruben Zerrizuela
Reseña: http://www.ramona.org.ar/node/64385
Sobre el pupitre, cogidos por alcayatas ya oxidadas, papeles donde se diseñaban desembarcos en países no situados en el tiempo ni en el espacio, como un desfile de banda militar china entre la eternidad y la nada.
José Lezama Lima, Paradiso
En el Diccionario del Dr. Johnson –uno de los autores preferentemente citados por Borges- es extraordinaria la conocida segunda acepción de paisaje: “A picture, representing and extent of space, with the various objets in it”. El Dr. Johnson no refiere a la naturaleza sino al espacio representado y los objetos en el mismo. Desde esta definición histórica de paisaje percibo la actual exposición de Agustín González Goytía.
Este artista ha transitado los lugares de formación de lo contemporáneo entre el Tucumán natal y Buenos Aires, con el breve paso obligado de la residencia en Berlín. Ahora despliega en escena aquello que hace tiempo no ha querido resolver: la tensión entre el espacio de representación y la representación del espacio (otra manera de entender aquella cita del Dr. Johnson de 1775). Por ello, utiliza uno de los recursos del panorama: la ubicación de los objetos que permiten la perspectiva, los sucesivos planos de la representación, ubicados fuera de la tela. Entre esta y el espectador. Situación que obliga a la mirada fragmentada, pero también a la generación de múltiples puntos de vistas forzados por el ángulo de la ubicación.
González Goytía trabaja la gran tela con acrílico diluido generando superficies que se van superponiendo, en otros sectores velando. Sin generar un espacio pictórico en la tela. El artista remarca la condición aleatoria potenciada por la técnica, la materia y el soporte. Si hay una sensación espacial es resultado de la subjetividad, no de una construcción propuesta o desarrollada en la tela. Por ello altera la situación creada al ubicar, en este caso, objetos autónomos y, a la vez, relacionados entre sí. Como un desfile de banda militar.
Uno de los rasgos distintivos de la pintura de González Goytía es la inclusión –en menor o mayor grado- de figuras o escenas narrativas fragmentadas, más que esbozadas, en grafito o birome. En algunos casos estas inclusiones remiten a un repertorio visual de obras de arte, en otros a estudios del entorno urbano o simple invención. El fragmento combina con el cambio de escala, que otorga jerarquización a unos episodios visuales sobre otros. Episodio entendido como suceso parcial que forma un todo, un incidente resultado de la imaginación fuera de lo azaroso. Disimulada tras cierta falsedad onírica, estimulada por la paleta y las figuras resueltas en trazos, la obra de González Goytía es racional, cuidadosamente planificada.
Ahora, ha diseñado un conjunto de estandartes armados sobre pedestales de cementos, elaborados a partir de macetas utilizadas como moldes. En estos ha dejado la carga estética de la imperfección de la factura del vaciado de cemento, a la par que genera otro nivel de visión al ras del suelo de formas volumétricas, cuyo peso contrasta con la liviandad de las telas. Un espectador inquieto debería echarse al piso para ver el juego de formas, la trama abstracta. Contra esa pesadez de grises, los estandartes colocados en el ámbito cerrado no pueden flamear, por lo tanto ocultan la imagen que contienen: solo es permitido percibir aquello que el pliegue, en la caída del textil, nos permite observar. Una pronunciación de estandartes como signos que, sin embargo, no declaman. Apenas transcurren evitando el exceso retórico que los propios elementos conllevan. Si la tela pictórica debe expandirse para que el observador puede apreciar, sentir y juzgar, González Goytía utiliza el textil en los estandartes de manera conceptual, desde la verdadera naturaleza de la tela: su caída desde un punto de sujeción. El pliegue contra el bastidor. Aquellas operaciones del espectador construidas en el hábito de la mirada por la tradición de la pintura –ya ajenas a la voluntad de lo contemporáneo- son desplazadas a la expresión mínima del pliegue como obra pictórica en tanto objetos de un dispositivo en el espacio. Los estandartes ubicados entre nosotros y la tela montada en el muro no generan inclusión pero tampoco amenaza.
La búsqueda de la soledad –que se encuentra en la pintura de paisajes de espíritu taoísta- asume una sensación nostálgica, como un tiempo transcurrido por el otro, si es posible la nostalgia de lo que no hemos vivenciado, de aquello que ha vivido otro. Desde ya, esta percepción nostálgica es mi subjetividad. Un visitante más joven, seguramente, encontrara otras referencias estimuladas por el título puesto por el artista, Ultramundo. Por ejemplo, recordará la saga de films de acción y terror y transitará la exposición como una escenografía o pensará en el desierto de los zombis, cuando todo haya terminado, para mirar los estandartes y la gran tela como residuos de civilización. Una sensación sobre el futuro que se confunde con el pasado. Ultramundo es el mundo de los muertos, para aquellos que conservan aun la memoria antigua es descender a los infiernos. Ser Ulises para encontrarnos con nuestra Madre y saber que a pesar de los obstáculos regresaremos a casa.
Ultramundo de González Goytía, sentirse fuera del tiempo entre la eternidad y la nada.
Roberto Amigo